domingo, 25 de septiembre de 2011

Inconstitucionalidad


No es ninguna noticia el hecho que el Tribunal Constitucional (TC) sea excesivamente lento en su toma de decisiones, a la hora de dictar sentencias. Cierto es que las decisiones que toma no deben ser debatidas a la ligera, pues son cuestiones que muchas veces tienen vital importancia para el devenir de la nación. El problema está en que esa falta de decisión o de ímpetu puede llevar incluso a hacer olvidar a la sociedad ciertos recursos de inconstitucionalidad que no deberían ser obviados.

La trascendencia de las sentencias del TC reside muchas veces en la inmensa carga ética que incluyen las decisiones sobre “delicados” temas de la actualidad. Yo quiero centrarme sobretodo en dos recursos de inconstitucionalidad presentados por el Partido Popular (y el Gobierno de Navarra) sobre dos leyes impulsadas por el gobierno socialista: El matrimonio de parejas del mismo sexo y la reforma de la Ley del Aborto. La lentitud del TC puede hacer pensar a algunos dirigentes políticos (o no dirigentes…) que nos olvidamos de lo que se está jugando con esas sentencias judiciales. Hay un grave peligro de fractura social absoluta en nuestro país, por culpa de la negligencia política de un gobierno obsesionado con legislar sin ningún tipo de responsabilidad política.

En el primer caso, el recurso de inconstitucionalidad va encaminado a acabar con el despropósito jurídico que plantea esa ley. Una ley que nació con una nomenclatura descarriada y con el único fin de crear controversia e intentar dañar una institución histórica del derecho. Pero la voluntad de la extrema izquierda española no era sólo ese, pues su objetivo principal seguía siendo el mismo: el catolicismo. En su particular contienda contra la Fe católica, el gobierno pensaba que manteniendo la denominación de “matrimonio” lesionaría el ánimo de muchos fieles. Pero no es así, pues como ya he dicho varias veces, el matrimonio es una institución que tiene su origen en el derecho romano y sus códigos. ¡Qué fácil era poner otro nombre al nuevo contrato conyugal!

En el segundo caso, se trata la reforma de la Ley del Aborto. Es sin lugar a dudas la reforma más aberrante que he visto en mucho tiempo, sobre una ley que ya se postraba ante la desagradable voluntad política del “laicismo radical español”. Otorgar derechos sin medida a jóvenes menores de edad y alejarlas del amparo familiar es muy deprimente y dañino. Es parte del continuo ataque no sólo al derecho que tiene a vivir el concebido no nacido, sino también es una agresión directa contra la familia como institución base de nuestro país.

Peligrosísimo es el camino que ha tomado nuestro país conducido por un gobierno ofuscado por contentar a la vertiente más extremista de la izquierda española. Un ejecutivo sólo dispuesto a contentar a unos pocos en detrimento del bienestar social de la mayoría de la nación. Esperemos que el TC ponga orden definitivo en este descalabro jurídico y moral. En caso de que no fuera así, que los futuros timoneles de España sepan legislar para acabar con esos dos desatinos y otros tantos.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Cimientos de la sociedad (IV): La economía de mercado


Los Estados Unidos de América contra las cuerdas, Italia y España con primas de riesgo escandalosas, China pidiendo un cambio de moneda reserva, Grecia endeudada casi de por vida… Pues bien caballeros, esto es la economía de mercado. Un sistema político-económico donde el respeto por la libertad es la norma común, sea cual sea el contexto y la situación de los diferentes agentes que intervienen en cualquier actividad relacionada con éste.

Creo que hay que ser conscientes del privilegio de vivir en unos tiempos donde las personas son libres a la hora de actuar. Un sistema que prioriza la libertad de pensamiento, decisión y actuación es digno de ser alabado y ensalzado.

También es verdad que la consecuencia de ser un sistema tan puramente defensor de la libertad es la de estar expuesto a un mal uso por parte el individuo. Pero eso es un riesgo que cualquier actividad, que tenga la libertad y el ser humano como estandartes, debe ser capaz de aceptar. Es por eso que me resulta imposible culpar a la economía de mercado de la grave situación actual.

La culpable es la propia sociedad y las decisiones individuales de cada ciudadano. La mala gestión de esa libertad que nos da el sistema, y que está alejada en muchas ocasiones de principios éticos y morales, es la que ha llevado a la sociedad, especialmente a algunos sectores de la población, a sufrir esta crisis económica de gran magnitud.

No culpemos por tanto a quien no tiene culpa. Seamos valientes y culpemos a la sociedad sin valores de haber hecho un mal uso de uno de los mejores instrumentos que posee el hombre para su supervivencia: la ECONOMÍA DE MERCADO.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Cimientos de la sociedad (III): Instituciones del Estado


Después de meses llenos de revueltas ideológicas y de claros ataques a la mismísima democracia, me planteo la pregunta de por qué han caído los gobiernos en el mundo islámico y por qué no lo han hecho en Occidente. Podemos encontrar razones sin la mínima substancia como podría ser la diferencia en la calidad de las fuerzas del orden de cada país. Podemos debatir sobre los diferentes motivos que han hecho estallar las diferentes revueltas; pero lo cierto es que todas las protestas tenían dos factores comunes muy definidos: el imperio del libertinaje y la destrucción de los diferentes sistemas políticos que podemos encontrar en cada país.

Me centro en el caso más concreto de mi país, España, para detener mi mirada brevemente sobre las diferentes manifestaciones del ya famosísimo 15-M. Y quiero empezar mi pequeño análisis con un escueto: ¿Eso es todo? ¿Eso es todo lo que pueden ofrecer? Si se tratase de una clase de marketing o incluso de ciencias políticas, los cabecillas y miembros más notables de las revueltas estarían suspendidos. Cómo puede ser que después de 35 años de democracia todavía pueda haber personajes que pretendan ser dictadores ideológicos y traten de imponer, por medio de manifestaciones que rayan la violencia y el incivismo, un nuevo orden político y social en el cual la base fundamental y troncal es el ANTISISTEMA. Sinceramente creo que los mal llamados manifestantes o no entienden el sentir general del pueblo, o si lo entienden no acaban de aceptar que su pensamiento antidemocrático no es compartido por la gran mayoría.

Este tipo de acampadas y manifestaciones en forma de pequeños golpes de Estado sólo tienen repercusión real en aquellas naciones con las instituciones debilitadas. Aquellos países que poseen ordenamientos jurídicos laxos aupados por estructuras políticas inestables. Y así es la España de nuestros días. Nuestro querido país se ha sentido “resfriado” al primer golpe de aire primaveral.

¡Qué pena la de este gobierno progresista hasta el exceso! ¡Qué lástima ese Presidente traicionado por aquellos ideales por los que luchaba en su juventud! Supongo que debía pensar que con la aprobación de unas cuantas leyes anticonstitucionales a favor del progresismo más rancio, le serían suficiente para pasar a la historia como el Presidente más aclamado de la democracia. Pero legislar sin ningún tipo de sentido y sin pararse a pensar si las instituciones del Estado son lo suficientemente fuertes como para soportar ataques de diferentes partes de la sociedad (medios de comunicación, sindicatos, centros universitarios…) es muy peligroso. Las batallas de este tipo se ganan con estructuras firmes y rígidas, no con medianías ni sistemas jurídicos irrisorios creados al gusto del “progre” de turno.

El ordenamiento jurídico español, por ejemplo, necesita una estructura mucho más protectora para la Constitución. La base fundamental sobre la que se sustenta la justicia en nuestro país es sin lugar a dudas la Carta Magna, y es por eso que un Tribunal Constitucional renovado y consciente del papel tan trascendental que juega en España, es indispensable.

Las soluciones a nuestros problemas institucionales en mi opinión pasan por un redireccionamiento del ordenamiento jurídico para que éste esté encarado a promover un constitucionalismo más latente en el día a día de la nación. Y que a la vez esté ratificado por el poder legislativo y ejecutivo del Estado. No menos importante es la modificación del sistema penal. Ya que con las penas que actualmente se imponen es imposible que el poder judicial pueda gozar de una buena reputación. Hay una falta de lógica demasiado importante entre el delito cometido y la pena impuesta. Estos son dos ejemplos claros de lo que podrían ser cambios notorios que ayudasen a edificar un sistema judicial con más garantías a la hora de defender ataques a la democracia y mantener el orden institucional dentro de la nación.



domingo, 5 de junio de 2011

Cataluña, ¡Levántate y anda!


El eterno debate sobre la aportación que debe hacer (Que ya hace, mejor dicho) Cataluña a las arcas del Estado es cansino y falto de objetividad. El topicazo sobre que los catalanes no hacemos más que pagar las carreteras de los demás no es más que una de muchas excusas utilizadas para tapar nuestros verdaderos problemas. Intentar ocultar las carencias de nuestra comunidad autónoma intentando “pasar el muerto” a los demás no me parece del todo razonable.

Cataluña, al igual que otras regiones del Estado (Como Madrid y Euskadi), debe ser consciente de que tiene una labor solidaria que aceptar, como bien dice la Constitución en el Artículo 2 del Título Preliminar y como bien se reafirma en el Artículo 138 del Título VII sobre la Organización Territorial del Estado. Es necesario que el conjunto de la ciudadanía se empiece a dar cuenta de que esa solidaridad entre regiones es un elemento costoso para algunos en el corto plazo pero fortalecedor para el individuo y el colectivo en el largo plazo. Ser solidarios y generosos es una obligación moral que tenemos con el resto del país, y me estremece de forma remarcable el hecho que se esté perdiendo esa capacidad de ayuda conciudadana.

“De la falta de generosidad a la tibieza no hay más que un paso.” Surco, Cap. 1, pt.10

Me parece muy curiosa la doble vara de medir que utilizan algunos, pues critican el hecho de que Cataluña sea una “región locomotora” y solidaria con el resto del Estado. Pero luego no se quejan cuando a nivel comunitario, Alemania tiene que asumir (en gran parte) el mismo papel de “donante” con países como el nuestro (el AVE entre BCN-Madrid no se ha pagado solo).

Ansío como el que más que mi Comunidad Autónoma, Cataluña, se despierte de la pesadilla nacionalista a la que algunos la tienen atada. Que vuelva a ser una Comunidad con madera de líder a nivel estatal, que vuelva a tener claro su papel en la configuración del Estado Autonómico. Que volvamos a ser reconocidos por ser los líderes en la industria y en el sector de los servicios, y no por ser los líderes de la ruptura nacional. Cataluña necesita volver a integrarse en la configuración real y verdadera de la Nación Española.

domingo, 6 de febrero de 2011

Las cadenas de Maastricht


Se quejan algunos de la poca fuerza política que tiene la Unión Europea, hoy en día. La crítica fácil del: ¿Por qué no vamos todos a una? Esa es una pregunta tendenciosa y cargada de demagogia que lejos está de la realidad y de las posibilidades de una hipotética Unión Política.

De todas formas, eso es lo que muchos pretenden hoy en día. La sustitución de los Estados Nacionales a favor de un nuevo Estado Continental que lejos de enriquecer al Viejo Continente, lo empobrezca y lo reduzca a la mínima expresión identitaria. Hay muchísimos intereses que tiran del carro de la limitación de los poderes nacionales a favor de los comunitarios, por la sencilla incapacidad de saber llevar las riendas de sus (o nuestras) propias fronteras.

Obviar la historia de Europa y su diversidad cultural, y favorecer a una nueva cultura-política europea, que haga sombra a los Estados nacionales (levantados con sudor y lágrimas a lo largo de los siglos) me parece una de las mayores aberraciones de la democracia moderna continental.

Es peligroso y dañino para un Estado someterse a directrices que le obligan a negarse a sí mismo como Nación. Obligaciones como la de admitir el derecho a votar y a ser candidato en las elecciones europeas y municipales por parte de los inmigrantes (con permiso de residencia). A mí personalmente me parece un ataque a la historia, a la identidad nacional y la propia personalidad jurídica de un Estado como el nuestro.

Se avecinan fracturas sociales en todo Occidente, si no se consigue restaurar el orden histórico, demográfico y geográfico que parecía haberse consolidado decenios atrás. Y que sin embargo algunos iluminados (autodenominados progresistas) se han encargado de aniquilar y mutilar en su afán de demoler los sentimientos patrios de los ciudadanos.