miércoles, 31 de agosto de 2011

Cimientos de la sociedad (III): Instituciones del Estado


Después de meses llenos de revueltas ideológicas y de claros ataques a la mismísima democracia, me planteo la pregunta de por qué han caído los gobiernos en el mundo islámico y por qué no lo han hecho en Occidente. Podemos encontrar razones sin la mínima substancia como podría ser la diferencia en la calidad de las fuerzas del orden de cada país. Podemos debatir sobre los diferentes motivos que han hecho estallar las diferentes revueltas; pero lo cierto es que todas las protestas tenían dos factores comunes muy definidos: el imperio del libertinaje y la destrucción de los diferentes sistemas políticos que podemos encontrar en cada país.

Me centro en el caso más concreto de mi país, España, para detener mi mirada brevemente sobre las diferentes manifestaciones del ya famosísimo 15-M. Y quiero empezar mi pequeño análisis con un escueto: ¿Eso es todo? ¿Eso es todo lo que pueden ofrecer? Si se tratase de una clase de marketing o incluso de ciencias políticas, los cabecillas y miembros más notables de las revueltas estarían suspendidos. Cómo puede ser que después de 35 años de democracia todavía pueda haber personajes que pretendan ser dictadores ideológicos y traten de imponer, por medio de manifestaciones que rayan la violencia y el incivismo, un nuevo orden político y social en el cual la base fundamental y troncal es el ANTISISTEMA. Sinceramente creo que los mal llamados manifestantes o no entienden el sentir general del pueblo, o si lo entienden no acaban de aceptar que su pensamiento antidemocrático no es compartido por la gran mayoría.

Este tipo de acampadas y manifestaciones en forma de pequeños golpes de Estado sólo tienen repercusión real en aquellas naciones con las instituciones debilitadas. Aquellos países que poseen ordenamientos jurídicos laxos aupados por estructuras políticas inestables. Y así es la España de nuestros días. Nuestro querido país se ha sentido “resfriado” al primer golpe de aire primaveral.

¡Qué pena la de este gobierno progresista hasta el exceso! ¡Qué lástima ese Presidente traicionado por aquellos ideales por los que luchaba en su juventud! Supongo que debía pensar que con la aprobación de unas cuantas leyes anticonstitucionales a favor del progresismo más rancio, le serían suficiente para pasar a la historia como el Presidente más aclamado de la democracia. Pero legislar sin ningún tipo de sentido y sin pararse a pensar si las instituciones del Estado son lo suficientemente fuertes como para soportar ataques de diferentes partes de la sociedad (medios de comunicación, sindicatos, centros universitarios…) es muy peligroso. Las batallas de este tipo se ganan con estructuras firmes y rígidas, no con medianías ni sistemas jurídicos irrisorios creados al gusto del “progre” de turno.

El ordenamiento jurídico español, por ejemplo, necesita una estructura mucho más protectora para la Constitución. La base fundamental sobre la que se sustenta la justicia en nuestro país es sin lugar a dudas la Carta Magna, y es por eso que un Tribunal Constitucional renovado y consciente del papel tan trascendental que juega en España, es indispensable.

Las soluciones a nuestros problemas institucionales en mi opinión pasan por un redireccionamiento del ordenamiento jurídico para que éste esté encarado a promover un constitucionalismo más latente en el día a día de la nación. Y que a la vez esté ratificado por el poder legislativo y ejecutivo del Estado. No menos importante es la modificación del sistema penal. Ya que con las penas que actualmente se imponen es imposible que el poder judicial pueda gozar de una buena reputación. Hay una falta de lógica demasiado importante entre el delito cometido y la pena impuesta. Estos son dos ejemplos claros de lo que podrían ser cambios notorios que ayudasen a edificar un sistema judicial con más garantías a la hora de defender ataques a la democracia y mantener el orden institucional dentro de la nación.