lunes, 3 de mayo de 2010

Fides est Patria




Últimamente me viene a la cabeza la típica imagen “peliculera” del abuelo sentado en su silla mecedora junto a su nieto, el cual le escucha sentado a su lado. Y el abuelo le dice: “Cuando yo tenía tu edad esta tierra era una y no cincuenta y una. Teníamos nuestros problemas como todos, pero la fuerza de la unidad nacional nos levantaba en los momentos más duros.”

No es descabellado pensar que esa situación se pueda llegar a producir en un futuro no muy lejano. Pues a la vista está que muchas personas y colectivos sociales, de ciertas partes del territorio nacional, disfrutan hablando en nombre de Euskadi, de Cataluña, de Galicia…

La situación es preocupante. Hace poco escuchaba que en Francia se ilegaliza cualquier partido político que tenga como objetivo crear identidades nacionales paralelas a la República francesa o que pretendan directamente la independencia de algún territorio francés. Y es que los vecinos del Norte tendrán muchas cosas, pero la idea de Nación la mantienen mejor que nadie. Y lo mejor no es que lo piensen, lo mejor es que lo corroboran a la hora de legislar o hacer cumplir la legislación vigente.

En España debemos empezar a hacer cumplir la Constitución sin ningún tipo de restricción, sin libres interpretaciones de la “Carta Magna”, sin faltas de respeto hacia la “Ley de leyes”, sin excepciones…

La cantidad de estatutos que se están creando recientemente, lo único que hacen es desestabilizar el orden constitucional establecido desde 1978. Esas leyes estatutarias son semilleros de rivalidades, envidias y rencores entre los diferentes territorios del Estado español. Fuentes de controversia que no ayudan en absoluto al establecimiento de una paz nacional anhelada desde el 23 de febrero de 1981.

Hay personas que pretenden disponer de la Patria con amputaciones y mutilaciones creyendo que ésta pertenece a su patrimonio, y por lo tanto piensan que la Patria es algo contractual y negociable, algo que puede ser divisible. Aquellos que sostienen tales teorías actúan “contra natura”. La Patria como “todo social continuo” no entiende de tratamientos jurídicos ordinarios, pues nosotros no tenemos una Patria; pertenecemos a ella y por consiguiente no podemos alterarla, pues es un ente superior a cuales quieran que sean nuestros burdos instrumentos jurídicos.

La filiación y la nacionalidad nos vienen dadas por naturaleza, no hay elección posible ante tal designio. Es imposible crear falsos entes nacionales e ilusorias atribuciones estatales, pues la consanguinidad nos determina imperiosamente. De nada sirven las palabras y quimeras creativas en relación a las regiones del Estado español.

Peligrosos son los caminos que está tomando la Democracia en su relación con la libertad. Esperemos que sus caprichosos deseos no la conviertan en compañera del libertinaje.