sábado, 24 de julio de 2010

"Aún tenemos patria, ciudadanos".



Tiempo nos ha costado construir un sentimiento nacional, y todavía más tiempo hemos tardado en lucir sin ningún tipo de complejo las enseñas nacionales. El temor y la vergüenza han dado paso al orgullo por “la Rojigualda”, la bandera que representó, representa y representará a todos.

Son muy curiosas las situaciones en las que los contrarios al fútbol o a la Patria menosprecian la victoria de nuestra Selección, en el pasado Mundial de Sudáfrica. Califican el sentimiento nacional de excesivo, infundado e inapropiado. ¡Qué osados! Tal es la magnitud del acontecimiento, tan enorme es la envergadura de la victoria que ha sido capaz de silenciar, enmudecer y aplacar a la marea separatista.

La manifestación tripolar en defensa del totalitarismo catalán tenía un objetivo claro: acabar con la democracia, eliminar la voz del soberano pueblo español representada en la Constitución española. Los deseos interesados y descoordinados de las diferentes ramas del separatismo actuaron (por suerte) como elemento autodestructor.

Los ánimos están caldeados y no es para menos. El “tinglado” que hay montado en Cataluña empieza a no tener sentido, ya que muchos se preguntan si es necesario inventarse una nación catalana, al gusto y placer de 3 ó 4 iluminados. Cataluña depende de España, como el impúber de su madre. ¿Desavenencias entre regiones? Bueno…no todos los hermanos se tratan igual. Estoy mucho más aliviado que hace 2 meses. He podido comprobar que una empresa nacional como la conquista del Mundial de fútbol ha resultado ser el mejor escenario para que el cuerdo pueblo español se uniera con ese objetivo unidireccional.

La crisis económica pasó desapercibida por unos días, y es que la exaltación social superó a la podredumbre económica impuesta por el socialismo. Las razones las encontramos en lo que ya he dicho muchas veces: el problema es social no económico. La situación financiera y económica no es más que la careta con la que se nos presenta el mal social e inmoral que domina y somete al mundo contemporáneo.

Pongamos en marcha soluciones acordes con la razón y la naturaleza de la humanidad. Que el legislador y ejecutivo tengan en cuenta la moral, en los momentos de dirigir los pasos de la Nación española, pues en caso contrario no se atisba un futuro muy esperanzador. Esas decisiones basadas en la razón y la moral son las que harán de la Patria, un instrumento para facilitar la respuesta a la llamada universal a la que todos los ciudadanos somos llamados.

"España, evangelizadora de la mitad del orbe; España martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio...; ésa es nuestra grandeza y nuestra unidad; no tenemos otra. El día en que acabe de perderse, España volverá al cantonalismo de los arévacos y de los vectores o de los reyes de taifas."
Marcelino Menéndez Pelayo